Sitio de Alejandro Lavquén

En 1944 el poeta chileno, Pablo de Rokha, publicó su poema Canto al ejército rojo, como un homenaje a la victoria de las fuerzas soviéticas frente a la Alemania nazi en la batalla de Stalingrado. Victoria que culminaría el 9 de mayo de 1945 con la rendición total de los nazis. El heroico ejército rojo fue el baluarte en el triunfo contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Fragmentos del poema

¿A cuál entraña virgen le vaciaste un mundo de fuego, y te forjaste, en condición de espada y mito?

¿De dónde emerges tú, ceñido de banderas ardiendo y cabezas de tormenta, criatura asombrosa, la cual abarca mil leguas reales de punta a punta del corazón?

Carro de oro de la antigüedad, ¿en qué océano de sangre hirviente se bañó tu cara de gloria?

Rumorosas bayonetas, amapolas del sol, dan grandes vacas dulces y extranjeras, nacen los padres-ríos en ti, y su gran barba

conyugal se incendia en el ciclón de horror de las batallas, en cuyo enorme y gigante lomo cantan las naranjas, con su pollera de jovencitas estudiosas;

un caballo de espanto te cruza, gritando con una puñalada en la garganta, mientras tú montas tu león, aparejado con la montura de Dios en las montañas del Génesis,

todo de rojo son libertador ungido,

los antepasados de Alemania besan tu frente de sauce tronante y de jornada de toro, y la Humanidad se te entrega en su lecho de llanto.

(…)

¡Oh! Heráclito con relámpago para tu gran Escuadra,

oloroso en tu pellejo de durazno y de aceituna infinita, recordando al altar

inmortal, en el que crece para siempre el antepasado de los dólmenes, inmortal justiciero del asesino;

¿quién es capaz de mirarte, cara a cara, en la faz y cantarte, ¡oh! iluminado?,

quejido de herramientas y martillos con quejido, la artesanía de los botijos

y las vasijas en los ritos mortuorios del “Libro de los Muertos”

y la gran Pirámide solar, al Satanás domando del desierto, el hueso de perro de los rebenques del fundador de ciudades, todo comercio de esclavos y la prostitución redimes…

(…)

… y que el portón colosal de la clase obrera enarbole su látigo,

encima del lomo de los verdugos de los pueblos, su látigo de setenta y una serpientes,

con siete ojos de oro y de rubí, mordiendo, su látigo trascendental y tremendo

como la inmortalidad de Dostoievski y la flor del pan…

No gran máquina militar, no disciplina, no jerarquía,

Sí disciplina, sí jerarquía, sí gran máquina militar, de la organización estratégica,

himno con hocico de hierro, águila de pólvora, canto de fuego y de ferrocarriles,

tú, que sales del vientre de la U.R.S.S maternal…

(…)

Parado yo, pisando mil estadios de poesía,

vistiendo mi casaca de toro y catástrofe del lenguaje, completamente ceñido

de vestiglos y antigüedad, abrazo tus insignias dulces, como fuerte espada,

tu formación en escuadrones, universal y agraria, como la bandera de las familias de Chile,

tu nombre grandioso y varonil de soldado sumado a soldados,

¡oh! corazón bienaventurado de estos siglos, hechos de lágrimas de hierro,

salud y dignidad a nombre del hombre!…

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