Sitio de Alejandro Lavquén

Resulta común que, en la historiografía de un país, región o comuna, prevalezca siempre lo que se acostumbra denominar: “historia oficial”. En el campo de la literatura sucede lo mismo; y en nuestro país, a pesar de poseer una larga tradición poética, esto no es una excepción. En Chile lo que ha prevalecido, en el campo de las letras, y específicamente en el género poesía, es la creación generada fundamentalmente por poetas pertenecientes a las clases sociales altas y medias de nuestra sociedad. Todo ello a pesar de que existe una extensa obra elaborada por la clase obrera, realizada principalmente por los trabajadores del salitre.

Mientras en las últimas décadas del siglo XIX se comenzaba a gestar el modernismo en Chile, que luego daría paso a las vanguardias literarias de la primera mitad del siglo XX, paralelamente, en el norte del país, se desarrollaba toda una generación de poetas obreros o populares (1), que alzaban su canto desde las oficinas salitreras. Por todo esto, resulta arbitrario hablar de la historia de la poesía chilena sin mencionar e incorporar la rica creación de la clase trabajadora. Lamentablemente, así como los libros de historia omiten la importancia de la clase obrera y los pueblos originarios en la formación de nuestra nacionalidad, las antologías omiten la literatura obrera en nuestras letras y educación. Pero, a pesar de estas omisiones en el campo editorial, podemos encontrar algunas publicaciones que han recogido los textos aludidos, los que fueron publicados principalmente en la prensa obrera como “El Despertar de los Trabajadores”; “El Pueblo”; “El Pueblo Obrero” y otros medios en el norte del país. Cabe destacar que también en ciudades como Punta Arenas y Valparaíso hubo importantes medios de prensa, entre ellos “La Defensa Obrera” de Valparaíso. De sumo interés resultan las recopilaciones hechas por Luis Emilio Recabarren y editadas en 1925 por Editorial Justicia bajo el título de “Discursos y poesías”. Claudia Aranda y Ricardo Canales publicaron “Páginas de los obreros socialistas 1912-1915” (Ediciones Ical, 1991). Por su parte, Ediciones Lom publica en 1998 “Poemario Popular de Tarapacá 1899-1910” a cargo de Sergio González, M. Angélica Illanes y Luis Moulian. En estas tres publicaciones podemos encontrar una muestra significativa de la poesía elaborada por los trabajadores, ajenos, en esos momentos, a las disputas literarias que se daban en los círculos capitalinos.

a riqueza de los textos obreros contiene, además de los méritos estéticos, que en ellos podemos encontrar, una visión que nos entrega una parte importante de la historia de la clase trabajadora. Es un acercamiento a la “otra historia”, transmitida por sus protagonistas directos, aquellos seres sólo recordados, en los libros oficiales, cuando se requiere resaltar la picardía o el valor del manoseado “roto chileno”.

A través de interesantísimos poemas, los obreros nos van poniendo al tanto de sus padecimientos, luchas y cotidianidad. En marzo de 1901, por ejemplo, Juan E. Rante nos entrega una crítica dramática  contra el alcoholismo, tan extendido –y estimulado a la vez por los patrones- entre los obreros: “Bebe mucha ponzoña… mucha, mucha,/ y cae al suelo, al fin, como sin vida,/ roncando con ronquidos nauseabundos./ Y entre tanto, en la mísera casucha/ llora a gritos la madre enloquecida,/ abrazando a sus hijos moribundos!!”. También en ese mismo año, y tiempo antes que Neruda siquiera naciera, un trabajador que firma como “Chilenito” publica un curioso poema titulado “Oda al Poroto”, que dice en una de sus partes: “Suculento poroto,/ Alimento eficaz del pobre roto/ ¿Pensaste tú algún día/ Que un vate, aunque infeliz, te cantaría? (…) “Lo afirmo, pues, en más de un alboroto,/ Cantando este producto nutritivo/ ¡Caramba! Que hay motivo/ Para entonar hosannas al poroto!”.

esalta en las páginas proletarias la claridad y conocimiento que tenían los trabajadores acerca de la necesidad imperiosa de la educación como medio de lucha, ellos se daban perfectamente cuenta de que una de las jugadas de la oligarquía, para lograr sus propósitos, era mantenerlos en la ignorancia. Era ésta una estrategia constante, fomentada principalmente por agrupaciones como la Sociedad Nacional de Agricultura (2). Un texto publicado por el diario El Pueblo en 1901, dice: “Balmaceda como concienzudo/ para el pueblo pedía instrucción,/ Fue por eso la revolución,/ No lo ignora ni el hombre más rudo”.

Un aspecto histórico importante que se percibe en esta literatura, es como los trabajadores ponían sus esperanzas en algunos presidentes –o candidatos a la presidencia- que luego hacían todo lo contrario a lo que ofrecían al pueblo, un mal que perdura hasta nuestros días. Un ejemplo: Principiando el siglo XX se pensaba que con la llegada a la presidencia de Don Germán Riesco mejorarían enormemente las condiciones de vida de los trabajadores, y un poeta popular lo expresaba en estos versos: “Ya la clase obrera/ Se puede felicitar,/ Del buen porvenir que espera/ Después de tanto luchar” (…) “Que viva Germán Riesco/ Que Chile entero triunfó,/ Y de un modo tan burlesco/ al zambo Montt derrotó”. Lamentablemente, sucedió una vez más todo lo contrario, quedando también esta nueva decepción expresada en los versos del popular poeta Sagasquino de la Of. California: “El veneno y el alcohol/ abundan como los templos/ ¿y quién apoya todo ésto?/ El jefe de la nación” (…) “Por esto el rico extranjero,/ de las leyes se ha burlado” (…) “Tiene los jueces por miles/ pagados con oro y plata/ y Riesco haciendo la pata/ deja que nos trasquilen”.

También es importante mencionar que en esta poesía podemos encontrar numerosos textos donde se le canta a los utensilios de trabajo, reflejando la gran estima y hermandad de los trabajadores para con las herramientas que los ayudaban en su dura tarea de subsistencia. El yunque, el martillo, los andamios, la carreta, etc., son una muestra de ello. Sobre ésta última escribía Mario Bravo al observar el regreso de dos carretas trasladando un grupo de agotados obreros: “Por el ancho camino, múltiples arboledas,/ Insistiendo en el áspero chillido de sus ruedas/ Se anuncian dos carretas solemnes de amargura:/ Dos carretas cansadas de un viaje interminable,/ Dos carretas cansadas de un viaje inmutable/ Que pasan y se alejan por la pradera oscura”.

a temática es inagotable, y siempre ligada a la cruda realidad de vivir como seres explotados y abusados hasta en su última gota de sudor. Pero aún así, también queda espacio para el amor, como se expresa en los versos dedicados por el poeta José S. Roca Tapia de Pisagua, en 1905, a la Srta. Carlota Shering V: “Mendigo del amor, vengo a dejarte/ mis flores de pasión” (…) “No permitas que el tiempo las marchite,/ ni tampoco el desdén;/ las flores que de mi alma se desprenden,/ saben llorar, también”.

Los sufrientes barrios donde habitan los trabajadores son descritos en un poema llamado “El barrio miserable”, mostrándonos el drama que allí se vivía: “Miserables casuchas/ de arquitectura torpe y deleznable./ El transeúnte no acierta/ el laberinto de sus viejas calles./ Vengo de la ciudad, y doloroso/ me resulta el contraste./ Una atmósfera ingrata/ flota en el barrio, que envenena el aire,/ y de las aguas estancadas suben/ pérfidos gases…”. Tampoco faltan versos de alabanza a las proezas del pueblo mapuche o a los héroes de la guerra de independencia. El humor se hace presente en poemas como “Los peladores” o “Los amores del curita”.

Resulta tremendamente llamativo y rescatable cómo personas que fueron tratadas de la forma más inhumana y sobreviviendo en las condiciones más miserables buscaron una esperanza y alegría en la poesía. Cómo buscaron la belleza de la palabra para manifestar sus penurias y sueños de libertad y justicia. Los dolores y anhelos de la clase obrera, expresados literariamente, a través de sus propios poetas, son tan importantes como los expresados por los vates formados en las grandes urbes y sin relación directa con los medios de producción. Y aunque muchos de éstos representaron y apoyaron las luchas de aquellos en sus obras, no es lo mismo sufrir a la distancia. Son dos experiencias distintas, lo que, por supuesto, no le resta mérito a la solidaridad.

o que sí está claro, es que un poeta-obrero de las salitreras o del carbón no tenía el tiempo ni las condiciones para preocuparse de vanguardias, modas o tendencias literarias. Su principal motivo de existencia era la supervivencia entre la miseria e injusticias a las que eran sometidos.

inalmente, aunque merecería todo un capítulo aparte, me parece de toda veracidad decir que parte de los pueblos originarios como los Mapuche y los Rapa Nui engrosaron las filas del proletariado y fueron sometidos a sistemas de trabajo humillantes. Sobre todo los últimos. En Isla de Pascua se vivió una de las páginas más indignas de la explotación humana, existiendo allí un Ghetto que duró hasta el año 1966. Ahora, si bien estos pueblos no publicaron en medios de prensa, a través de la tradición oral han llegado hasta nosotros relatos llenos de poesía, que nos cuentan de la perdida de su libertad y acerca de su vida independiente, así como de su entorno natural. Un relato mapuche nos expresa: “Llegó la guerra del rei/ con los chilenos./ Mangin se puso del lado/ del rei./Tenía amistad con los lenguaraces,/ los comisarios i los padres./ Todos le decían: El rei es mejor;/ tiene muchas tierras./ Los chilenos son pobres;/ te robarán las tuyas” (3). Toda una profecía que se ha cumplido con creces.

Por último, quisiera terminar con el canto-relato de una anciana rapa nui (4), que expresa, de una u otra forma, me parece, el sentimiento de todos los pueblos originarios, tan avasallados y castigados como sus hermanos del campo y de las minas: “Los afuerinos se fascinan con nuestra antigua cultura./ Nos miran con la boca abierta como un pueblo/ hijo de la naturaleza, y siguen su viaje./ Los que nos ha pasado y sigue pasando, nadie lo pregunta./ El mundo nos tiene olvidados”.

Como podemos ver, a pesar de todos los padecimientos que pueda sufrir un pueblo, siempre habrá en él una expresión de identidad y sentimiento de lucha expresado a través de la poesía. Por mucho que la “historia oficial” pretenda ocultar las ignominias contra las clases más desposeídas, siempre habrá un canto que emerja desde el trabajo y el origen.

 

Notas

  1. Aunque este término, normalmente, se ha utilizado para denominar a los poetas que practican el canto campesino, también resulta acertado utilizarlo en el caso de los poetas obreros.
  2. Ver “El movimiento obrero” (Breve síntesis), de Patricio Manns/ N° 27, pág. 9. Ediciones Quimantú 1972. Colección “Nosotros los chilenos”.
  3. Ver “Historia del pueblo mapuche”, siglo XIX y XX, de José Bengoa. Editorial Lom 2000.
  4. Ver “Sombras sobre Rapa Nui”, alegato por un pueblo olvidado, de Hermann Fischer. Editorial Lom 2001.
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